19 de marzo de 2010



Los aceites que más perjudican nuestra salud


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Los aceites de coco y de palma no comparten ni composición saludable ni propiedades beneficiosas con el resto de aceites vegetales. Estos aceites, a diferencia del resto, concentran en su composición ácidos grasos saturados. En el aceite de oliva y en los de semillas (girasol, maíz, soja), las grasas saturadas apenas alcanzan el 10-13% del total de su grasa, mientras que en el aceite de coco suponen el 90% y en el de palma más del 50%. El principal problema es que el uso de los aceites de coco y palma se ha extendido entre la industria alimentaria, en particular en la elaboración de bollería, repostería, pastelería industrial, en los snacks y los productos precocinados y helados. Se camuflan bajo la denominación de "aceites vegetales", término que puede confundir a un consumidor profano en la materia, que asocia "vegetales" con "saludable". El consumo frecuente y abundante de grasas saturadas tiene un vínculo directo con el aumento de los niveles de colesterol, de manera que aumenta el riesgo de trastornos cardiovasculares. De ahí que se insista en comparar ingredientes entre unas marcas y otras, y escoger, siempre que se pueda, aquellos productos que especifiquen el tipo de aceite vegetal que añaden; oliva, girasol, maíz, soja...

Cómo reutilizar el aceite de forma saludable


El aceite de oliva es el más adecuado para freír. Es el que mejor resiste las temperaturas de hasta 160º-200º necesarias. Es el más estable y el que se descompone más lentamente. Otra ventaja: impregna menos al alimento frito, con lo que el aporte calórico extra es menor.
Conviene no mezclar nunca aceite nuevo y usado, tampoco aceite de oliva con otro de semillas. Estos productos tienen diferentes puntos de humo. El de oliva aguanta una mayor temperatura que el resto y, si se mezclan, uno quema al otro y se generan sustancias irritantes y potencialmente tóxicas.
Se recomienda evitar el sobrecalentamiento. Es preferible no sobrepasar durante la fritura una temperatura de 170ºC. Si se utiliza una freidora eléctrica, se puede regular el termostato y evitar que el aceite no humee ni se oscurezca. Si la temperatura es demasiado elevada también se generan sustancias irritantes y potencialmente tóxicas, por lo que se deberá desechar siempre el aceite sobrecalentado.
Los alimentos deben estar secos, ya que el agua favorece la descomposición del aceite.
Es aconsejable filtrar el aceite después de cada fritura para eliminar restos de alimentos, que son proclives a su oxidación y descomposición.
Hay que cambiar con frecuencia el aceite de fritura. Su aspecto (con restos de alimento, oscurecido, denso o líquido...) será el que marque un nuevo uso (el máximo sería cuatro) o su retirada.

Los trucos más socorridos


Si la botella de aceite se ha espesado demasiado por el frío hay que sumergir la mayor parte de la botella en un barreño de agua caliente, pasados unos minutos se agita con fuerza y el aceite quedará más fluido.
Para evitar que el aceite salte cuando se está friendo algún alimento hay que dejar flotar media cáscara de huevo muy limpia durante la fritura.
Con el fin de impedir que el aceite salpique cuando se calienta porque tiene algo de agua el recipiente, hay que añadirle un poco de sal cuando comience a calentarse.
Para comprobar si el aceite está en su punto para freír, nada mejor que echar una miga de pan, que deberá dorarse, pero sin quemarse.
En ocasiones el aceite usado queda turbio. Una forma de que quede transparente para luego poder colarlo y conservarlo limpio para otra ocasión es freír en el aceite turbio una ramita de perejil y colarlo después. Si sigue turbio se puede colar por un filtro de los que se utiliza para el café, una vez que el aceite se haya enfriado.
Si se desea que los alimentos empanados o rebozados queden más crujientes y menos aceitosos, se puede añadir una cucharada de agua por cada huevo batido. Una vez fritos, conviene colocarlos sobre papel absorbente de cocina para eliminar el exceso de grasa.

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